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jueves, 29 de noviembre de 2018

28 de noviembre de 2018

28 de noviembre de 2018. Cinco de la tarde. Nacen las tertulias poéticas en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid (España). Hay ruido en la cafetería y salimos al jardín. No puede leerse poesía sin silencio.

Marisa abre fuego. Ha traído un libro con los primeros poemarios de Antonio Machado. Lee:

Coplas elegíacas

¡Ay del que llega sediento 
a ver el agua correr, 
y dice: la sed que siento 
no me la calma el beber! 

¡Ay de quien bebe y, saciada 
la sed, desprecia la vida: 
moneda al tahúr prestada, 
que sea al azar rendida! 

Del iluso que suspira 
bajo el orden soberano, 
y del que sueña la lira 
pitagórica en su mano. 

¡Ay del noble peregrino 
que se para a meditar, 
después de largo camino 
en el horror de llegar! 

¡Ay de la melancolía 
que llorando se consuela, 
y de la melomanía 
de un corazón de zarzuela! 

¡Ay de nuestro ruiseñor, 
si en una noche serena 
se cura del mal de amor 
que llora y canta sin pena! 

¡De los jardines secretos, 
de los pensiles soñados, 
y de los sueños poblados 
de propósitos discretos! 

¡Ay del galán sin fortuna 
que ronda a la luna bella; 
de cuantos caen de la luna, 
de cuantos se marchan a ella! 

¡De quien el fruto prendido 
en la rama no alcanzó, 
de quien el fruto ha mordido 
y el gusto amargo probó! 

¡Y de nuestro amor primero 
y de su fe mal pagada, 
y, también, del verdadero 
amante de nuestra amada!








Antonio recuerda que próximo a ese poema hay unos breves pero hermosos versos sobre la inspiración poética y los lee:

Tal vez la mano, en sueños,
del sembrador de estrellas,
hizo sonar la música olvidada

como una nota de la lira inmensa,
y la ola humilde a nuestros labios vino
de unas pocas palabras verdaderas.

Después Estela comenta que le gustaron unos versos de Gil de Biedma que oyó en una asignatura de la carrera. Lo busca en el móvil y lee:

No volveré a ser joven

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

"Poemas póstumos" 1968

Antonio recuerda esa idea de Izara Batres de que hay un poeta dentro de cada uno, que hay que hacer salir, y esa idea le evoca los famosos versos de Bécquer:

Rima VII

Del salón en el ángulo oscuro, 
de su dueña tal vez olvidada, 
silenciosa y cubierta de polvo 
veíase el arpa. 

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas 
como el pájaro duerme en las ramas, 
esperando la mano de nieve 
que sabe arrancarlas! 

-¡Ay! -pensé-; ¡cuántas veces el genio 
así duerme en el fondo del alma, 
y una voz, como Lázaro, espera 
que le diga: «¡Levántate y anda!».

Y a continuación lee un soneto de su cosecha, para incentivar que escribamos y leamos nuestros propios poemas:

Me resisto a escribir este soneto
y me da miedo no salir airoso.
Esta forma me pone muy nervioso
y a la idea mi lápiz no someto.

Pero comprendo ya que si algo quiero,
si pretendo vivir como poeta,
preciso de alcanzar alguna meta,
y adelantar exige algún esmero.

Pasados los cuartetos con premura
y acabando el primero de estas lides,
aguanto con estoica compostura.

Ignoro si la rima es la correcta.
No la miro en Lope ni en Alcides.
Y tiemblo ante tu cara circunspecta.

Finalmente, Antonio lee un poema de Rosalía de En las orillas del Sar:

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
                                                            —Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.
—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?

Comentan que los poetas convierten en "persona" todo lo que tocan. Se hacen una foto para inmortalizar la tertulia, y se despiden.







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